jueves, 27 de mayo de 2010

Reportaje


labora”

La fundación del convento de Nuestra Señora del Espino data de finales del siglo XV, entre 1477 y 1479. Situado a 9 kilómetros de Burgos por carretera Santander, se trata de un monasterio con profundas raíces históricas ya que se asienta en la cuna del héroe medieval castellano Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”.

Nos adentramos entre los muros silenciosos del convento de Santa Clara. Atravesamos una puerta con un de arco de medio punto y observamos el contraste entre la fachada antigua y la nueva entrada moderna, reformada recientemente. De frente encontramos la puerta hacia la iglesia, y a la izquierda la sala donde se encuentra el torno, el expositor con los diferentes productos que puedes solicitar. Tras un cristal podemos observar el arcón restaurado donde se guardó el manuscrito del Cantar hasta su traslado a la Biblioteca Nacional y en otra vitrina una copia del Códice del Poema de Mio Cid.

En él conviven una comunidad de monjas clarisas, que, junto con otros pueblos de la comarca, comparten como Patrona a la virgen del Espino. La escultura se encuentra en la hornacina principal del retablo del monasterio. Su imagen tallada en madera de estilo gótico policromada, es de pequeñas dimensiones de unos veinte centímetros aproximadamente, aunque como dice el dicho, las buenas fragancias se guardan en frasco pequeño.

Esta virgen, goza de un gran valor popular, ya que la tradición cuenta que fue aparecida a unos pastores en Quintanilla de Vivar. Y el monasterio está situado donde se encontraron las imágenes de dicha virgen, donde más tarde se levantó una ermita. La fiesta anual de la virgen se celebra el 8 de septiembre. En el año 2001 se celebró el 750 aniversario de su aparición y culto.

La antigua ermita que ofrecía culto a dicha virgen, contaba con la presencia de unas mujeres llamadas “beatas” dedicadas al servicio y culto de la virgen, que fueron comprando terrenos colindantes en beneficio de la misma. En el siglo XV, año 1475 pidieron la licencia a Roma para fundar junto a la ermita de nuestra Señora del Espino, un monasterio de la orden de Santa Clara. Don Pedro López de Padilla Adelantado de Castilla y su mujer Isabel Pacheco, contribuyeron a la financiación del templo de estilo gótico. Por lo que las beatas se convirtieron en monjas de la orden de Santa Clara dedicando culto permanente a la virgen del Espino. Las acciones realizadas en torno a este monasterio dejan constancia de la devoción que profesan los habitantes de Vivar y de pueblos cercanos a esta virgen. Que además desde hace mucho tiempo, las futuras madres piden el manto de la Virgen para pedir su ayuda en el momento del parto.

Pero no sólo goza de tradición histórica el convento, sino que además en 1651 se descubrieron en unos terrenos colindantes al mismo, restos de un antiquísimo monasterio en él que apareció el cadáver de un obispo sin identificar y al que dieron sepultura en aquel lugar.

Vivieron ciento cuarenta y tres años las religiosas en el convento hasta que el 21 de septiembre de 1620 sufrió un incendio, y fue abrasado todo, aunque consiguieron salvar documentos antiguos. Por lo que las monjas se tuvieron que trasladar a Burgos donde permanecieron dos años, tiempo que se tardó en edificar el convento.

Las clarisas que viven en el monasterio, se rigen en base a principios de pobreza, humildad. Ya que sostienen que son “bienaventurados los pobres de espíritu” tal y como señala la madre superiora. Tienen al cabo del día una hora y tres cuartos de hora de recreo, y se trata de una clausura papal por la que hacen cuatro votos: de pobreza, de castidad, obediencia y de clausura.

Estas monjas pasaron de tejer telas y ropa de bebé, a fabricar pastas, rosquillas, magdalenas y dulces caseros con todo el mimo y dedicación de unas monjas de clausura que ponen todo el empeño en realizar unas riquísimas recetas. Y aunque lleven poco tiempo el sector de la repostería (apenas tres años), se caracterizan por combinar a la perfección en sus recetas, el ambiente cidiano de una comunidad que lleva en sus raíces a este héroe castellano, con la modernidad de unas pastas de último diseño. La mayoría de sus productos llevan además un nombre en conmemoración a la época del Cid. Por lo que podrás disfrutar en pleno siglo XXI de las “lágrimas del destierro”, del “pan dulce Doña Jimena” el cual sólo se realiza por encargo. También ofrecen “tizonas del Cid”, aunque no todo son pastas, también realizan empanadas (por encargo), rosquillas, magdalenas y muchos otros deliciosos productos que poder degustar.

A estas hermanas de orden franciscana les encanta el obrador, “aunque al principio a las más mayores les costó dar el cambio de dejar la costura y comenzar con la repostería, ahora están encantadas, incluso están más ilusionadas que nosotras” afirma Sor María Pilar, una de las monjas más jóvenes. Pero no por ello descuidan su labor de clausura sino que lo combinan a la perfección, sin que ello suponga dejar de hacer otras tareas.

Además de trabajar en la repostería, se encargan de cuidar la huerta, dedicada al cultivo de hortalizas y otras plantas que siembran en tierras del Cid para el consumo de la comunidad, y que con sumo gusto reparten entre algunos de los vecinos del pueblo. Pero no suficiente con eso también dedican parte del tiempo a cantar y ensayar y poder tener la voz a tono para amenizar las misas. Por lo que podría decirse en pleno siglo XXI que sin salir del convento se trata de unas monjas pluriempleadas.

Las reformas fueron concedidas porque hay una necesidad. Como afirmaba la madre superiora, tanto es así que “vinieron los arquitectos de Valladolid, de la Junta. Y había monjas clarisas que nos habían dicho: pues cuidado que son unos huesos”. Cuesta que os concedan algo, entonces vinieron al convento súper serios y la dijo la madre superior a Pilar: “Tierra trágame”. Entraron y según veían el convento, lo pobre que era, las necesidades que tenían… se les fue cambiando el rostro. De tal manera que salieron como si las conocieran de toda la vida, animándolas a pedirlo porque era justo.

Según Sor Pilar la gota que colmó el vaso era que en el noviciado que hay calefacción, como en ese momento no había novicias se trasladó a una enferma para que tuviera calor. Desalojaron el despacho de la madre superiora, que también disponía de calefacción para poder meter a otra enferma. Y fue ya cuando se les cayeron todos los esquemas, hasta tal punto que los arquitectos pagaron la diferencia para que en el receptorio tuvieran algo digno.

Afirman estar muy contentas con la madre superiora: María Victoria, una joven monja que fue elegida entre las hermanas por unanimidad, al igual que la monja del torno: Sor María Anunciación, que es la que más contacto tiene con la gente del pueblo, la cual siempre con una sonrisa en la cara atiende a la gente que viene al convento.

Este monasterio está situado en un enclave perfecto, ya que Vivar del Cid es un pueblo que cuenta cada día con más medios, con más tirón turístico y con más servicios. Se creó recientemente un telecentro que cuenta con ordenadores y conexión WIFI a internet para todos los vecinos, en el que además se imparten cursos para el aprendizaje de internet tanto de jóvenes como de adultos.

Cuenta además con una asociación de “mujeres rurales” y múltiples cursos y talleres para los vecinos del pueblo. Además tiene a su disposición tres grandes casas rurales que hace que aumente el turismo sobre todo en fines de semana. Y dos restaurantes, la Cantina “El Camino del Destierro” y el Mesón “Molino del Cid” que antiguamente pertenecía a la familia de Diego Laínez y más adelante a la comunidad de clarisas. Actualmente está ambientado en la época cidiana y alberga el antiguo molino en su interior. Se trata de un pueblo que atrae a muchos turistas, no tanto por su abundancia de monumentos, sino por su historia.

Además en las puertas del mesón se encuentra la legua cero del Camino del Destierro. El punto de partida de un camino, que aunque todavía no cuente con el tirón del Camino de Santiago comienza a expandirse y consigue atraer gente de todos los rincones de España. El camino cuenta con más de 2.000 kilómetros de recorrido y en Burgos tiene otros enclaves históricos, como el Monasterio de San Pedro de Cardeña, donde también se pueden disfrutar de las pastas de las estas clarisas.

Y del que hay asociaciones como el Consorcio Camino del Cid que se encargan de promoverlo. Se trata de una institución pública sin ánimo de lucro de la que son miembros las ocho diputaciones fundadoras y cuya sede se ubica en el Real Monasterio de San Agustín. Cuenta con diferentes rutas para realizar el camino: por carretera o por sendero, para su tránsito con vehículo de motor o a pie. El Camino del Cid, al estar basado en el Cantar, es una ruta literaria. En el poema se citan muchas localidades ligadas al Cid histórico así como pasajes muy concretos como:

El tramo que comienza en el Molino del Cid, en la legua cero, sigue en líneas generales de los primeros días del destierro del Cid narrados en el Cantar, desterrado, sale de Vivar con la orden real de abandonar Castilla en nueve días.

“A la exida de Bivar
ovieron la corneja diestrae
entrando a Burgos
oviéronla siniestra”
Vivar está muy involucrado en su historia y celebra anualmente la “Semana Cidiana” en julio. En la que gentes del pueblo y de toda España vienen y se visten de medievales, reviviendo la tradición. Y lógicamente no puede faltar la figura del Cid, o doña Jimena o sus hijos. La asociación de mujeres rurales se encarga entre otras cosas de realizar los trajes para la fecha y confeccionarlos a su gusto.

De todo ello se ha visto favorecida la comunidad de monjas, que aunque no dispongan de mucho tiempo libre, por sus muchas ocupaciones, siempre sacan un rato para hablar con la gente. Por lo que comprobamos como el lema “Ora et labora” que explica que no sólo deben orar o sólo trabajar, sino compaginar las dos cosas, hacen a la perfección estas hermanas clarisas.

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